Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

jueves, 22 de marzo de 2012

Y sin embargo, llegaron

Por Xavier Vizcaíno
Quito, Ecuador

El Régimen APecista no está contento con la idea de que La Marcha por el Agua y por la Vida llegue a las puertas de la ciudad capital – SU ciudad capital. Aún no conocemos el contrato entre el Estado ecuatoriano y la empresa china que se encargará de hacer volar en pedazos una insignificante esquinita del Planeta para poder sacar lo que está debajo; aún así, algo me dice que el Gobierno se habrá comprometido a garantizar algún nivel de tranquilidad para los bulldozer, las palas mecánicas y megachancadoras que operarán en el futuro exparaíso.

El hoyito que planean hacer está en plena selva y parece que ahí vive gente, animales y plantas. ¿No será que esa gente quiere ejercer su derecho a la resistencia? ¿Y los derechos de la naturaleza que aterrizaron en la Constitución del 2008?, habrá preguntado algún desubicado durante la redacción del contrato. Luego de que los negociadores lograran controlar el ataque de risa, habrán pasado directamente a discutir el reparto de los beneficios y compromisos de las partes.

Supongo (sí, me baso en supuestos ¿y?) que uno de los acuerdos será que el poeta de la escopeta se abstendrá de ordenar un #ponledinamita a las maquinarias chinas que, en forma solidaria y desinteresada, hurgarán quirúrgicamente en las menudencias de la Pacha Mama para sacarle los cálculos minerales que tanto estorban la digestión de la venerable vieja. Mantener a raya al Ponce ya habrá sido celebrado con un gesto de alivio.

Supongo también que los operadores de la megamina habrán pedido alguna garantía de ‘gobernabilidad’, cómo se ha dado en llamar la habilidad de los políticos para contener a los ciudadanos. “No se preocupe, míster. El Gobierno es muy popular, por las buenas o por las malas”. A los contratistas les habrá preocupado el requisito aquel de la consulta previa. Eso se solucionó fácilmente, pues el quid del asunto está en cómo interpretar la palabra ‘consulta’. Bastará con presentarse en la locación y entregar unos folletos en papel couché de 90 gramos, impresos en offset, cuatricromía y barniz UV, con fotos de consultorios médicos, carreteras y niños felices en las nuevas escuelas. Listo.

Por eso no debe causar ninguna gracia al régimen que La Marcha llegue a Quito. Su arribo representa una severa derrota de las líneas estratégicas del gobierno: Contener la marcha en el camino, minar sicológicamente a los marchantes y denostar en forma pública a sus cabezas visibles. Se utilizaron los medios usuales: Insultos y descalificaciones, acusaciones abiertas y solapadas, uso intensivo de la propaganda, publicidad radial, televisiva, cadenas de radio y televisión, vallas que se iban colocando en el camino de La Marcha a medida que ésta avanzaba: “La desestabilización es arma de los cobardes” decía una valla-súplica instalada en la Panamericana. “520 años después el alcohol sigue siendo usado como motor para los indígenas que se dicen de oposición”, decía un tristísimo artículo en el periódico oficial del Gobierno.

Fracasó el refrito gutierrezco “No pasarán” redivivo en las redes sociales; se malogró el burlón “no les cree nadie” de los spots radiales. Han apostado grupos de apoyo al régimen dentro de la ciudad de Quito, para que hagan otra marcha, para que hagan mucho ruido, suficiente ruido para que las partes del contrato megaminero no corran el riesgo de escuchar algo diferente a la verdad única que, según su parecer, es la fuente misma de la democracia.

La República

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