Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

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jueves, 29 de marzo de 2012

Dahik y el auto golpe de Correa



Por Marcelo Larrea
Safiqy-Ecuador Urgente

La declaración del presidente Rafael Correa que presentó como suya, la versión del ex vicepresidente neoliberal Alberto Dahik, prófugo de la justicia ecuatoriana durante 16 años, quien se declara a sí mismo hombre honesto y perseguido político, sorprendió desde a sus seguidores más próximos, hasta a la conciencia política de todo el país, de la región y del mundo.


A nivel internacional su declaración es tan insólita como si de pronto, Hugo Chávez, apareciese declarando al ex presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez -quien murió recientemente igualmente prófugo de la justicia venezolana-, como un hombre honesto y perseguido político. Como si Alan García en el ejercicio del poder hubiese declarado lo mismo respecto a Alberto Fujimori, o Michelle Bachelet se hubiese manifestado con esos conceptos de Pinochet o, a Fidel Castro se le ocurriese pronunciarse sobre Fulgencio Batista como exponente de la honestidad y víctima de la persecución política.

Correa, tiró olímpicamente a la basura su frase “prohibido olvidar”, junto a la promesa de la denominada “revolución ética”. Se erigió a sí mismo con esas solas frases, en el primer cultor público de la impunidad del ejercicio del poder ejecutivo y de la corrupción política. Y como si fuese poco, en el mayor defensor del más destacado exponente pragmático del neoliberalismo ecuatoriano.

El meteórico poder de Dahik

Dahik, tuvo una meteórica carrera política. Se inicio públicamente como ministro de finanzas del ex presidente socialcristiano León Febres Cordero. Luego asumió la dirección del Partido Conservador, por el cual fue diputado y más tarde candidato a la vicepresidencia como binomio de Sixto Durán Ballén, representante de la derecha dura, colaborador de las dictaduras militares de la década de los 70, del mismo Febres Cordero, hombre nacido en Estados Unidos y vinculado siempre a Washington.

Como vicepresidente, Dahik, apretó el acelerador a fondo en la imposición de recetario neoliberal. Sus actuaciones fueron tan extremas, que el mismo caudillo de la oligarquía, León Febres Cordero, le calificó como “terrorista económico”.

Dahik fomentó las privatizaciones y entregó varias joyas de la corona a precio de gallina flaca. La Empresa Nacional de Almacenamiento y Comercialización (ENAC), la Empresa Nacional de Productos Vitales (ENPROVIT), la aerolínea de bandera Ecuatoriana, las empresas públicas de fertilizantes, el ingenio azucarero Aztra vendido al grupo Isaías a precio de regalo, etc. etc. Impulsó la denominada “modernización del Estado”, dirigida a destruir miles de puestos de empleo y derechos laborales en el sector público y pretendió avanzar a la privatización del sistema de seguridad social.

Devaluó la moneda, el Sucre, al tenor de los programas de ajuste del FMI y el Banco Mundial. Fomentó la desregulación del sistema financiero, que favoreció el crecimiento vertiginoso de la especulación bancaria que condujo al colapso del Banco Continental primero y luego del sistema en su conjunto. La crisis financiera que se cocinó implicó un asalto a los bolsillos de todos los ecuatorianos por un valor actual ponderado en más de 10.000 millones de dólares, ejecutado mediante la congelación de sus depósitos combinada con la liberación al mercado del tipo de cambio y la devaluación monetaria, que llevó en el gobierno de Mahuad a la destrucción de la soberanía monetaria y a la dolarización.

Éstas no son todas sus perlas. Fue coautor del Tooling Agreement, mediante el cual se convalidaron obligaciones de la deuda externa condenadas a la prescripción y, fue ingeniero del Ecuadorian Brady Deal, que permitió a los tenedores de la deuda externa exprimir como una naranja a la economía ecuatoriana, con su secuela de transferencia al exterior de su capacidad de acumulación y del crecimiento de la pobreza.

Como un genuino pez, Dahik, cayó en desagracia por su propia boca. Una noche comentó a los directores de los periódicos de Guayaquil, que él había pagado a ministros de la Corte Suprema para que fallasen a favor de la tesis gubernamental sobre un sui géneris mecanismo mediante el cual, el gobierno se reservaba el derecho de crear impuestos a través de su carga en los precios de los combustibles mediante decreto ejecutivo, usurpando esta función connatural al poder legislativo.

El diario Expreso, publicó apenas dos líneas sobre el tema. Ardió Troya. El vicepresidente había declarado que cometió un delito, lo había confesado. De pronto el país absorto pudo reconocer no la máscara sino el rostro de la verdad: se hizo público que el delito era una forma de gobierno, que la justicia fallaba vendiendo su conciencia.

De la corrupción política a la fuga

Las investigaciones revelaron que Dahik manejaba gastos reservados, una cuenta destinada para pagos secretos asociados a la seguridad del Estado, competencia no propia del segundo mandatario. Mostraron que los valores de estos “gastos”, eran depositados para su administración en cuentas personales de sus asistentes, lo que implica la comisión del delito de peculado, por una cifra estimada en más de 20.000 millones de sucres, al tipo de cambio de la fecha, unos 10 millones de dólares.

El caso fue visto por el partido socialcristiano, como la ocasión para tomar el sartén por el mango. Ese partido preparaba las elecciones presidenciales del 96 y la postulación de Jaime Nebot. Entonces presidía la Corte Suprema de Justicia, con Miguel Macías Hurtado. Diputados socialcristianos plantearon el enjuiciamiento penal de Dahik, quien en su calidad de vicepresidente tenía fuero y su juez natural era precisamente el presidente de la Corte. El cerco parecía perfecto.

El juego socialcristiano y sus propósitos, súbitamente se derrumbaron. Macías fue a un juicio político en el parlamento donde fue destituido por haber suscrito una sentencia ilegal en contra del IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social). Asumió la presidencia de la Corte el juez más antiguo, Carlos Solórzano, un abogado, catedrático y diplomático, cuyos antecedentes políticos se referían a que había sido compañero de Jaime Roldós Aguilera, el presidente ecuatoriano asesinado por una conspiración de los autodenominados sicarios económicos del FMI y la CIA, en 1981.

Dahik fue a un juicio político, el arte de birlibirloque le aseguró no ser censurado, pero tampoco fue absuelto. En las calles se respiraba un aire, pesado, amargo, propio de la dolorosa constatación de que el país estaba gobernado por la corrupción. El presidente de la Corte Suprema de Justicia, reivindicó la independencia del poder judicial y la vigencia del Estado de Derecho, ordenó de conformidad al curso del juicio penal instruido sobre el caso, la prisión del vicepresidente Dahik. Quito explotó, miles de ciudadanos concurrieron a la Corte Suprema y al Congreso a respaldar la decisión de Solórzano. Apresuradamente Dahik redactó su renuncia, la fuerza pública le permitió fugar a Costa Rica, él se declaró perseguido político y pidió asilo. Ahí y así ha permanecido 16 años.

En realidad el juicio político a Dahik, lo dejó en el limbo, pero ahí concluyó. La orden de prisión en su contra se originó en un juicio penal por peculado que es un delito común, basado en la propia confesión de su comisión. Por lo tanto, el huyó de sus responsabilidades en un proceso por delitos comunes, no políticos, en estricto derecho, nunca debió en consecuencia ser beneficiario de un asilo político.

Independencia judicial y desmitificación del poder

Desde el punto de vista histórico, la caída de Dahik, marcó un hito en la política ecuatoriana. Entre otros elementos esenciales, estableció la trascendencia de la independencia del poder judicial, en una forma que hizo a la Corte Suprema ecuatoriana un ejemplo internacional. ¿Qué ocurriría si en Estados Unidos, México, Colombia, Chile, Perú, Francia, España o cualquier país, un magistrado de la corte ordenaría la prisión de un mandatario por la comisión de un delito común? Desde entonces la plena independencia del poder judicial es una bandera esencial de las luchas sociales y políticas del pueblo ecuatoriano.

Otro elemento decisivo, es su contribución a la desmitificación del poder. Desde entonces las oligarquías ya no pueden pasearse como los dueños absolutos del poder. La mayor parte de las elecciones, incluídas las presidenciales, han sido ganadas por candidatos que se han presentado como exponentes de las transformaciones que demandan el pueblo y la sociedad ecuatoriana. El caso mostró que por poderoso que parezca un mandatario y su pretensión de ejercer impunemente el poder, la verdad, la justicia, la soberanía popular y las leyes objetivas de la historia, son más poderosas.

En un cierto sentido, si Dahik no habría sido puesto en manos de la justicia, ni Bucaram ni Gutiérrez ni Correa, habrían podido ser electos presidentes. No solo porque, el programa neoliberal de Dahik habría continuado viento en popa, destrozando el tejido de los derechos nacionales, democráticos y sociales del pueblo ecuatoriano, sino además porque, se habría consolidado el dominio del poder por las oligarquías. En consecuencia, tampoco habrían sido posibles las sucesivas insurrecciones populares pacíficas que depusieron a los gobiernos de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez, que emergieron precisamente de su postración ante los intereses de las oligarquías y las imposiciones del FMI y el capital financiero transnacional.

Nudismo moral: Correa protege a Dahik en el camino de Lucio

Sólo una vez, Dahik, regresó momentáneamente a Ecuador, no para presentarse legalmente ante el proceso penal, encarar su defensa y asumir sus responsabilidades, sino cuando el presidente Lucio Gutiérrez le abrió las puertas por acción de una corte ilegalmente nominada, con el privilegio del levantamiento ilegal de la orden de prisión en su contra. Pocas semanas después, Lucio tuvo que huir también de la ira popular en la insurrección de abril del 2005 que depuso a su gobierno, motivada entre otros elementos sustantivos, por esta grotesca metida de mano en la justicia.

Ahora, Correa ha reeditado la acción de Lucio Gutiérrez. Después de plantear sin pies ni cabeza su amnistía en el informe a la nación que dio el 10 de agosto del 2010, ha favorecido que su Fiscal General y una sala de la Corte se subordinen ilegalmente al pedido de Dahik de levantamiento de la orden de prisión en su contra. Ha ido más lejos, asumiéndose a sí mismo como el Juez Supremo, ha dejado públicamente clara su voluntad de que el reo, sea liberado de sus responsabilidades penales, al declararlo un hombre honesto y un perseguido político. Correa de esta forma desnuda su moral y su naturaleza ideológica.

Ciertamente, Correa, no lo ve, no lo intuye ni lo prevé, pero, su postración ante Dahik, es un autogolpe a su credibilidad de imprevisibles consecuencias, en los más diversos ámbitos.

EcuadorUrgente

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