Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

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jueves, 22 de marzo de 2012

El Gran Engaño (o por qué la derecha no está en las calles)

Por Carlos Jijón
Guayaquil, Ecuador

Tengo que admitir que todavía me provoca vértigo la velocidad con que la información llega a través del twitter. Hace pocos minutos, una inmensa marcha acaba de arribar al parque de El Arbolito, en Quito, donde hace un par de horas el Presidente de la República describía la protesta contra las concesiones mineras a cielo abierto como “una rotunda derrota”. “Somos millones, y ellos unos cuantos cientos”, dijo, antes de tener que abandonar rápidamente el parque para evitar que su concentración se tope con los “cientos” de opositores que llenan cuadras y cuadras.

Y mientras veo las fotografías que cientos tuitean desde sus celulares al paso de la marcha, recuerdo una entrevista a Fander Falconí, publicada en El Comercio hace cinco años, en la que el teórico de la revolución ciudadana explicaba que la economía del Ecuador ganaba mucho más si mantenía el petróleo bajo tierra que si lo explotaba. Confieso que leí la entrevista unas dos o tres veces para ver si entendía, sin mayor éxito. Como años después tampoco entendí aquello de los “derechos de la naturaleza” que se consagraron en una Constitución en la que por primera vez en nuestra historia constitucional se mencionaba a la Pachamama.

Pero no ha habido nada que entender. Todo ha sido un Gran Engaño. El gobierno de la Pachamama ha entregado el más grande yacimiento de cobre a una compañía china, y uno de los más importantes pozos petroleros a una empresa norteamericana, mientras que otra gran mina de oro espera para ser concesionada a los canadienses. Y si bien creo honestamente que el régimen hace lo necesario para poder seguir financiando el enorme gasto público, y entiendo que las regalías de oro y cobre podrán sostener al Estado en el momento en que el precio del petróleo empiece a caer, puedo entender también el enorme descontento de esa gran masa de población que fue engañada con el cuento del suma kawsay y que este preciso momento se abarrota indignada en el parque de El Arbolito.

Entiendo por qué la derecha no está en las calles, este día que se había anunciado como la madre de todas las protestas y que ha devenido tan solo en una multitudinaria, apoteósica, enorme, gran marcha de la izquierda. Porque la derecha orgánica sabe que el enorme caudal de dinero que entrará a las arcas fiscales por concepto de minería mantendrá alto el consumo y dinamizará la economía y los negocios, y hasta el momento parece importarle muy poco la naturaleza y las libertades.

Y me doy cuenta también, mientras los tuits entran a una velocidad de diez por segundo, que es posible que esté equivocado en esa apreciación de que la derecha no salió hoy a las calles. Y que mientras nos engañan con maniobras de distracción protestando por un monumento al pasado, el nuevo líder de la antigua derecha populista, electorera mas no democrática, a la vieja usanza de Velasco Ibarra, ha llenado las calles de Quito con gente traída en buses y se ha descrito a sí mismo con una frase que quizás lo defina. “Somos millones”.

La República

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