Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

miércoles, 14 de marzo de 2012




Los primeros indicios de intranquilidad en Azogues se sintieron al iniciar el día, pero repartidos, senderos adentro, en las pequeñas viviendas de las diversas comunidades indígenas de este cantón de Cañar. Había que salir temprano para evitar "la maña gobiernista", adujo un dirigente de una de las organizaciones campesinas.

"Para llegar aquí, desde las seis de la mañana salió la gente", dijo Manuel Guamán, dirigente de la Unión Provincial de Comunidades y Cooperativas Cañaris (Upccc), quien a eso de las diez de la mañana tenía a su gente en una fila ancha y larga, copando una de las áreas abiertas a un costado de la terminal terrestre de la urbe.

Muchos se quedaron en el camino cuando se les impidió viajar en algún bus de transporte público. Otros evadieron los cercos policiales haciendo el camino a pie.

Al final, llegaron hasta el sitio donde los habían convocado. Cuando estuvieron ahí se sumaron a esa gran franja multicolor de sombreros y ponchos que aguantaba a sol y sombra el arribo de la marcha contra el Gobierno y que a esa hora abandonaba Cuenca, la ciudad a la que llegó el lunes, pasadas las 17:00.

Unas cuadras antes, en la parroquia San Marcos, donde más de cinco mil personas inamovibles esperaban, otro grupo menor de 100 o 200 personas se había adelantado y esperaba en un costado de la carretera a la comitiva de cerca de 250 integrantes que conforman la 'Marcha por la dignidad, el agua y la vida' y que ayer cumplía su sexto día desde que partieron de El Pangui, en la provincia de Zamora Chinchipe.

A las 10:50 una llamada al celular de Alfonso Marquecho, otro de los dirigentes de la Upccc, anunció que la comitiva de "andantes" había parado en San Marcos y avanzaba en dirección al centro de Azogues. El grupo ocupaba 8 cuadras.

A esa hora, como ha ocurrido en cada sitio al que arriban los representantes de las 19 organizaciones multiculturales y civiles, el centro ya estaba tomado por elementos policiales, que José Lligüicota, un artesano desentendido de las cuestiones políticas, no sabía de dónde aparecieron de la noche a la mañana.

No solo cercaban la plaza del Trabajo (parque Central), bordeada por la Gobernación, el Municipio y la Catedral. También estaban repartidos en varias intersecciones de las avenidas principales. "Hemos venido de diferentes partes y nos han ordenado adelantarnos a los indígenas", aseguró un uniformado machaleño de los más de 50 policías apostados en el escenario, frente al edificio de la Gobernación.



A esa hora, catorce mujeres y un hombre esperaban en el parque Infantil, con la 'pambamesa' (comida colectiva) que desde temprano se había preparado para los caminantes.

Desde ese mismo sitio, al mediodía se emitirían las consignas en contra del Gobierno. Pero eso sería luego porque primero había que hacer el camino, andando. Apenas arribaron a los linderos de la ciudad, la comitiva bajó de los buses y camionetas para avanzar a pie. Bordeó la terminal terrestre, subió por la avenida 24 de Mayo, cortó por la Samuel Abad antes de tomar la Simón Bolívar que la llevaría hasta la acera de enfrente de la Gobernación. "Es para que el Gobierno del señor Correa sepa que somos una marcha pacífica", adujo Luis Contenta, vicepresidente de la Conaie.

A esa altura, era factible calcular el total de personas que transitaban por las calles céntricas de Azogues. De cinco mil a seis mil, la mayoría vistiendo sus atuendos culturales indígenas. Algunos locales cerraron sus puertas, pero la mayoría siguieron abiertos. Nadie tocó nada. "Para que así sepan que somos pacifistas", coreó más de uno de los caminantes.

Por la Simón Bolívar, bajo la mirada atenta de los uniformados, continuaron hacia la calle Azuay, por donde se encaminaron hacia el parque Infantil. Llegaron a las 13:14. Allí algo emocionado, Salvador Quishpe, prefecto de Zamora Chinchipe y uno de los líderes de la marcha, sonrió y aseguró: "Ahora que este Gobierno nos diga que somos unos pocos".

Toda una multitud copó el espacio abierto de aquel parque. Ahí donde horas después de los discursos formales se colocó sobre el césped una gran sábana y de a poco se sirvieron los alimentos que conformaron la gran 'pambamesa'.

Unos cuantos dirigentes de comunidades colocaban cantidades representativas; la mayoría, la gente de a pie, unas cuantas "papitas, motecitos", que era su aporte para que los caminantes tengan su almuerzo y pudiesen seguir su recorrido hasta Quito, donde terminarán siendo ese gran río que se desbordará en las calles de la capital.

Ronald Soria - Desde Azogues

Diario Expreso

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