Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

sábado, 7 de abril de 2012

¡Ay, la palabra del excelentísimo!

¿Se acuerdan que el excelentísimo señor presidente de la República arremetió contra los calefones? Dijo que consumían mucho gas a precio subsidiado y que mejor era usar la electricidad para calentar el agua. Tonces la gente corrió a comprar calefones hasta agotar stock, como decimos los que nos quedamos sin calefones. Total, nunca más se volvió a acordar de los tales calefones y sus palabras no fueron más que un duchazo de agua fría.

¿Se acuerdan lo de las vulcanizadoras? Anunció que iba a convertir a todas las vulcanizadoras en lugares maravillosos donde todo aquel que hubiera sufrido un pinchazo diera gracias al cielo de lo tan limpio, impoluto, cómodo que resultaría el lugar en que lo iban a atender. Ahí podía tener opción, mientras esperaba, a que no solo le componieran las llantas, sino hasta que le reencaucharan íntegro en el jacuzzi incorporado al compresor. Así también, cualquiera que tuviera un oficio distinto aspiraría a graduarse de vulcanizador para acceder a los innúmeros beneficios que el Gobierno de la revolución ciudadana le iba a proporcionar. Y ahora ¿cómo están las vulcanizadoras?, se preguntarán ustedes. Y yo les contestaré muy bien gracias, igualitas que antes.

¿Y las cárceles? Al principio de la revolución ciudadana el excelentísimo señor presidente de la República anunció que, ¡por fin!, el sistema carcelario iba a cambiar radicalmente, los presos iban a alcanzar la categoría de seres humanos y ser tratados dignamente; además, se iba a implementar un verdadero sistema de rehabilitación. ¿Han estado ustedes presos últimamente? ¡Ay no, qué bruto, ni Dios quiera! ¿Se han enterado últimamente de cómo está el sistema carcelario?, quise decir. Las prisiones siguen siendo unas mazmorras. El hacinamiento y la abyección, igual. La rehabilitación, una quimera.

En tiempo del finado ministro Vallejo que ahora es embajador en Colombia, se declaró con toda la pompa que el Ecuador estaba libre de analfabetismo. ¡Qué fiesta! ¡Qué tarimazos! ¡Qué cantos! ¡Qué discursos! Total de los totales, no había sido cierto. Elé.

Luego, el excelentísimo señor presidente de la República nos salió con lo del magnicidio. ¡Qué persecución! ¡Qué susto! ¡Cómo le mataron al presidente los magnicidas!

Mas, como siguió vivo, se inventó lo del golpe. ¡Qué golpe que hubo! ¡Cómo le tumbaron al Gobierno con la marcha! Tanto, que a todita la revolución ciudadana los indios le envolvieron en una valija y le mandaron camuflada a otro país, creo.

Como el golpe no le funcionó, salió, furiosísimo, a decir que no iba a ir a Cartagena para la cumbre de presidentes porque esas cumbres no sirven para nada, sino para la foto. Que eso era una perdedera de tiempo y que él es bien ocupado. Pero como después vio que todos los demás presidentes sí van a ir y él se va a quedar huerfanito, íngrimo, solitario, se puso meditabundo y dijo que tal vez vaya. Y en esa duda existencial se ha pasado días de días, hasta que la cancilleresa de Colombia se cabrió y dijo bueno pues, si quiere venir que venga y si no, que ya no joda.

¡Ay, la palabra del excelentísimo señor presidente de la República! ¡Ay, sus discursos! ¡Ay, sus promesas! ¡Ay sus tarimas! ¡Ay, sus contradicciones! ¡Ay, sus olvidos!

EcuadorUrgente

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