Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

martes, 6 de diciembre de 2011

Nuevo Paraíso subsiste del agro



El angosto camino de lastre permite la circulación de solo un vehículo. Cuando cruzan dos automotores hay dificultades porque existen peñas en el trayecto.

Acceder a la nueva parroquia Nuevo Paraíso, en el cantón Nangaritza, de la provincia de Zamora Chinchipe, es una odisea. El viaje dura cinco horas, desde Zamora, que es la capital provincial

Entre subidas y bajadas por una vía de 123 kilómetros se observan miles de especies y la riqueza natural de la Amazonía. Además, existen quebradas que cruzan por la carretera, recientemente abierta. Eso dificulta el acceso.

En este poblado, de 754 habitantes, conviven shuar, saraguros y mestizos. Esta parroquia fue creada el 2 de octubre del 2009 y las primeras elecciones de la Junta Parroquial fueron el pasado 27 de noviembre.

Tres días antes hubo un entredicho entre el presidente de la República, Rafael Correa, y el prefecto de Zamora Chinchipe, Salvador Quishpe. Hubo un cruce de palabras y luego denuncias. En las elecciones ganaron tres vocales del Movimiento Popular Democrático y dos de Alianza País.

Para ingresar al poblado se requiere cruzar por un puente colgante, sobre el río Numpatakaime. Mide 50 metros de longitud. Después se accede al centro del pueblo por un camino empedrado de 150 metros de largo.

Allí, el 90% de las viviendas fue construido con madera y techos de zinc. Pocas son de hormigón y con mejores acabados, según las posibilidades económicas.

Sus habitantes se dedican a la agricultura y ganadería. Uno de ellos es el lojano Segundo Morocho, de 48 años. Llegó hasta Nuevo Paraíso hace 25 años y desde entonces se dedica a la agricultura. “Fue difícil cuando recién llegamos, no había nada y la adaptación costó mucho tiempo”.

Tiene cuatro hijos, dos de ellos estudian y los otros dos (menores de 10 años) no, porque no tiene los recursos económicos suficientes, dice Morocho. Ellos le ayudan en la siembra de café, cacao, yuca y plátano, en una parcela de 150 metros cuadrados.

“Pocas personas se dedican a la minería artesanal en el río Numpatakaime. Extraen oro en pocas cantidades”, señala Morocho.

A pocos pasos está Rosa Sigcho, de 29 años, de la etnia saraguro. Ella reside desde hace ocho años en la parroquia. Sigcho y su familia llegaron a este lugar en busca de trabajo. Arriendan una vivienda de dos plantas de madera y pagan USD 10 al mes. Tiene cinco hijos menores de edad.

En Nuevo Paraíso solo funciona la Escuela Teniente Segundo Quiroz. En este plantel están matriculados 50 alumnos, que pertenecen a comunidades cercanas como Selva Alegre y Tawi.

En esta parroquia también existe una capilla construida gracias a mingas de sus pobladores. Allí, Eduardo Angosha, de 33 años, es el catequista de 12 niños. Según él, su padre Pedro y otros ciudadanos como Jacinto Pérez y Humberto Shuira compraron las tierras del lugar hace 50 años.

Luego fueron vendidas a otros ciudadanos por negocio. Francisco Gualán, tío de Salvador Quishpe, adquirió un terreno, dice Angosha. Cuando era niño compartió muchos momentos con el Prefecto de Zamora Chinchipe. Su familia vivía en la zona.

“Cuando estudiamos con Salvador, unos pocos años, fuimos buenos amigos. Siempre lo movió la solidaridad”, dice Angosha.

La cabecera parroquial tiene seis calles. Al caminar por el pueble se puede comprobar la sencillez de sus habitantes y su generosidad. Jacinto Pérez es uno de los primeros habitantes que llegó. Lo hizo hace 48 años. Desde el pasamano de madera de su vivienda comparte con los visitantes la tradicional chicha de yuca.

Es una bebida nutritiva que contiene carbohidratos, cuenta. “Está hecha a base de yuca cocinada y camote crudo rallado, luego se la fermenta de acuerdo al gusto. Su sabor es agridulce y al beberla refresca al instante”.

El médico lojano Luis López, de 28 años, llegó hace siete meses a la comunidad. Entre su experiencia dice que no existen enfermedades complicadas. “Tengo una sola paciente con problemas de diabetes. Son pocos los niños con problemas de desnutrición”.

López asegura que sus visitas son constantes a las comunidades más alejadas del puesto de salud. Entre los sitios que frecuentan están Selva Alegre, Tawi y Jawi, adonde llega en un bote. Este médico labora con una sola enfermera que llegó hace dos meses.

El Comercio.-

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