Los pueblos indígenas Shuar luchan por defender las maravillas naturales de su territorio frente a futuras explotaciones mineras, pues temen perder la identidad de una de las culturas más antiguas del planeta.
Auspiciado por la sombra de la cordillera de El Cóndor, que advierte los límites con Perú, el río Nangaritza atraviesa el oriente de la provincia ecuatoriana de Zamora Chinchipe descubriendo rincones de libertad, paz y naturaleza salvaje, que parecen haber pasado desapercibidos entre las garras de la ambiciosa mano humana.
“Zamora Chinchipe, Pulmón de la Madre Tierra, fuente de agua y vida”. Así se auto-declaró oficialmente la provincia el pasado 28 de agosto en la ciudad de Zamora de la mano de su nuevo prefecto, Salvador Quishpe, la primera autoridad indígena en su cargo, y que está decidido a luchar para proteger a una de las biodiversidades y culturas ancestrales más ricas y antiguas del planeta.
El trazo del río atraviesa oscuros cañones, descubre finas y decididas cascadas, mientras los coloridos y frondosos árboles son nido de aves de toda índole u hormigas más peligrosas que un ejército, y si uno se acerca demasiado tendrá que bajar prudentemente la cabeza intentando distinguir de reojo una boa camuflada entre las gruesas ramas.
En busca del oro
Tanta belleza salvaje no es sólo atractiva para científicos y amantes de la naturaleza, pues desde las orillas del Nangaritza se puede recoger el oro como quien busca conchas y cangrejos, una actividad ordinaria para los indígenas Shuar que habitan la zona. “Lavan con su ‘canalón’, sacan sus pocos granitos y van a vender para subsistir, no para tener harto dinero”.
Así lo cuenta Héctor Villalta, hombre duro como la selva, nativo de la provincia de Loja y residente en Nangaritza desde hace cuarenta años, donde tuvo tiempo para ser alcalde del municipio quince años atrás. Siente orgullo, curiosidad y admiración por la “Madre Tierra”, a la que ama y no quiere perder. No obstante, no teme al turismo y reclama la atención de los gobernantes para que no olviden que sus maravillas existen.
“El turismo que venga. Es la fuente que menos contamina y que da más ingresos. Turismo comunitario. Pero no tenemos infraestructura para el turismo, no tenemos nada”, se lamenta, y asegura que ese interés es compartido también por las comunidades indígenas ancestrales.
El trayecto fluvial lleva a pasar por el río Numpatakayme, a la playita desde la cual se alzan los vestigios del campamento militar de Meaze, donde en tiempos de guerra con Perú -entre enero y febrero de 1995- se encontraban destacados unos 300 militares ecuatorianos, una de las pocas visitas que estos bosques y comunidades han recibido, recuerda Villalta, mientras señala a lo lejos una zona aún repleta de minas antipersonas.
Pulmón de la Madre Tierra
No es casualidad que la provincia de Zamora Chinchipe decidiera proclamarse “Pulmón de la Madre Tierra, fuente de agua y vida”, pues es sólo la antesala de la pretensión de conseguir la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad que concede la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
“Esta declaratoria impulsará a propios y ajenos a valorar y fortalecer nuestras potencialidades de flora, fauna y otros elementos que nos hacen a Zamora Chinchipe un lugar único en el mundo por su maravilla biológica y de biosfera”, en palabras sentidas del prefecto Salvador Quishpe.
La elaboración y aprobación el pasado enero de 2009 de la nueva ley minera levantó polémica entre los grupos indígenas y ecologistas, que la rechazan por considerar que favorece a las grandes mineras frente a la actividad artesanal, y que amenaza al medio ambiente.
Sin embargo, por parte del Gobierno que preside Rafael Correa se argumenta que el desarrollo responsable de la minería es fundamental para el progreso del país, y que la citada ley protege la naturaleza.
El presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), Marlon Santi, respondió en marzo con el anuncio de presentación de demandas de inconstitucionalidad al entender que el Gobierno ha entregado sus territorios a las trasnacionales “y éstas, a la vez, en el futuro, provocarán fuertes violaciones a la vida, a la estabilidad social, cultural y política del movimiento indígena y sus nacionalidades”.
Respeto a la tradición
Los Shuar viven de la madera, la ganadería, un poco de la agricultura, del cultivo y recolección de algunas frutas, la caza y pesca… y del oro. No necesitan más para subsistir, aunque reciben con sonrisas gratas la posibilidad de comerciar y tratar con turistas, y acogen con buenos ojos mejoras en infraestructuras.
Pero no se trata sólo del respeto a sus recursos de vida, sino también a su cultura, la comida, las tradiciones, la identidad de un pueblo que todavía hoy vive de lo que le regala la naturaleza, sin ollas ni sartenes, sin ordenadores ni teléfonos, sin automóviles ni electrodomésticos. No necesitan ni piden más que respeto.
Y así lo verbaliza Quishpe: “Nosotros lo que queremos sobre todo es que esta cultura no se muera. Queremos que después de cincuenta, de cien años, el pueblo Shuar siga siendo así de fuerte, orgulloso de ser un pueblo digno, con su tradición, con su música, la comida propia de estos pueblos”, proclama entre aplausos cautos de los indígenas presentes.
Zamora Chinchipe y los Shuar son terreno desconocido que lucha por abrirse al mundo, a aquel mundo que quiere admirar, descubrir, aprender y ayudar a una de las culturas más antiguas que cuida y agradece uno de los rinconcitos naturales más bellos del planeta.
Fuente: EFE - Arnau Serra