Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

Salvador Quishpe Lozano - Prefecto

lunes, 4 de julio de 2011

Coherencia

El excelentísimo señor presidente de la República da, a cada paso, muestras de coherencia: todas sus acciones guardan perfecta armonía con su vida.

Confesó que cuando estudió en Bélgica lloró por la mediocre formación que recibió en la universidad ecuatoriana. Solo gracias a haber estudiado en Lovaina alcanzó la enorme sabiduría que hoy ostenta. Luego aceptó que la misma universidad ecuatoriana, de la que abjuró con rencor, lo condecorara.

El excelentísimo señor presidente de la República instó a los padres de familia para que matricularan a sus hijos en esas escuelas públicas que, gracias a la revolución ciudadana, son ya un modelo para América y el mundo. Sus hijos estudian en un colegio privado con el argumento de que su esposa es profesora en uno de ellos.

El excelentísimo señor presidente de la República narró cómo un médico ecuatoriano le operó de su rodilla con resultados catastróficos. De carnicero calificó al galeno. Entonces, viajó a Cuba, donde fue operado nuevamente. Solo después, con su patojera a cuestas, se puso en manos de médicos ecuatorianos que –oh prodigio!– restablecieron su mal.

El excelentísimo señor presidente de la República arremete contra la partidocracia; entre sus más íntimos colaboradores están conspicuos partidócratas que, en este caso, son inteligentes, probos, de manos limpias y corazones ardientes.

Cuando alguien, injusta, vilmente, sacó a relucir el pasado del padre del excelentísimo señor presidente de la República, su indignación se hizo patente. Tiempo después, él se dio a la tarea de enlodar la memoria del padre de quienes considera sus enemigos.

El excelentísimo señor presidente de la República acusa de antipatria a todo aquel que envía dinero al exterior. Él sí tiene motivos para hacerlo: su esposa es belga, sus hijos pasarán vacaciones y estudiarán allá, donde él también prepara su retiro.

Para el excelentísimo señor presidente de la República, todos los medios son corruptos, excepción hecha de los que él tiene a su servicio.

El excelentísimo señor presidente de la República afirma que los vulgares, burdos adjetivos que emplea contra sus enemigos son una muestra de su ironía, de su gran sentido del humor. Cuando alguien le hace a él una seña que considera ofensiva, ordena su prisión.

Por su alto rango, el excelentísimo señor presidente de la República cuenta con una numerosísima guardia pretoriana. Para él, la inseguridad ciudadana es un problema de percepción alimentada por la prensa corrupta.

Si durante la larga noche neoliberal se usaron los bienes del Estado para beneficio personal, para el excelentísimo señor presidente de la República, que “sus” diputados viajen en el avión presidencial con sus esposas, hijos y nietos es lógico, en aras de su bienestar familiar.

Dice el excelentísimo señor presidente de la República que no enjuiciará a su hermano para que su madre no sufra dolor, angustia. Cuando él injuria, persigue, estigmatiza a quienes considera sus opositores, ¿lo hace en la convicción de que ninguno de ellos tiene una madre que, como la suya, también se duele y se angustia?

El excelentísimo señor presidente de la República, con sus palabras y acciones, da fe de su absoluta coherencia. Para él, los brutos, enfermos, perros, miserables que no la aceptan son los otros.

Francisco Febres Cordero

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